¿Porque Dios permite el sufrimiento en el mundo?

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¿Porque Dios permite el sufrimiento en el mundo?
22:10
 

Hola amigos y hermanos,

Probablemente esta pregunta ha sido motivo tanto de reflexión y meditación como de acalorados debates y discusiones, por lo menos, desde hace más de 3500 años de registros históricos bíblicos. Desde mi perspectiva teológica reformada, tengo la certeza de que la Biblia, la Palabra de Dios, nos ofrece respuestas claves que nos van a ayudar a comprender del porque Dios permite el sufrimiento en la Tierra. En este artículo, les deseo invitar a que exploraremos juntos algunas perspectivas fundamentales que, en mi oración, nos ayuden a reflexionar y comprender del porque Dios permite que ocurran tantas cosas en el mundo. Intentaré explicarme siguiendo un orden razonablemente lógico que nos permita una reflexión meditativa permitiendo que Dios nos hable.

PRIMERO: El libre albedrio. Dios nos ha dotado con capacidades volitivas (de toma de decisiones), comúnmente llamada libre albedrio. A menudo tomamos decisiones de acuerdo a nuestra propia voluntad y no nos sujetamos de acuerdo a la voluntad de Dios. El libre albedrio de los que no conocen a Cristo está atrapado en la cárcel de sus propios deseos y pasiones que los aleja más y más de la soberanía divina.

Los seres humanos fuimos creados para obedecer a Dios y vivir para su gloria sujetando nuestra voluntad a la suya. En Génesis 1:27, Dios mismo nos revela que fuimos creados a Su imagen y semejanza, lo que significa que llevamos en nosotros algo así como una huella “en pequeñito” de algunos sus atributos de Dios que generosa y amorosamente nos transfirió. Esta imagen de Dios implica que fuimos diseñados para reflejar dichos atributos para llevar a cabo su voluntad en el mundo, el mundo que Él ha creado para su propia gloria, no la nuestra. El deseo de Dios es que su voluntad sea cumplida en todos los rincones de la Tierra. Jesús mismo dijo, enseñando a sus discípulos a orar, “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10). Cuando le obedecemos nos constituimos en vehículos de su voluntad en la Tierra. Nuestra obediencia y sujeción a Dios no solo implica seguir sus mandamientos, sino también vivir en comunión con Él, confiando en su guía y buscando su voluntad en todas las áreas de nuestras vidas sometiendo nuestra voluntad a la de El por medio de la obediencia a Su palabra. Es únicamente cuando vivimos en obediencia a Dios y andamos sujetos obedientemente a Su voluntad, que nuestras vidas adquieren un propósito significativo y trascendente conectada a Su misión, la cual es Su propia gloria, ya que nuestras acciones y actitudes deberían apuntar a agradar a quien que nos creó y nos dio la vida. En última instancia, vivir para la gloria de Dios nos brinda una trascendente y profunda satisfacción de ser partícipes de lo que Dios es y hace, y nos permite experimentar una conexión íntima y trascendente con El mismo, encontrando nuestro verdadero propósito en una relación cercana con Él más allá de la vida en la Tierra fijando nuestros anhelos y deseos en disfrutar con Cristo por toda la eternidad.

Pero cuando no tomamos decisiones de acuerdo a Su voluntad es entonces cuando nuestra voluntad se superpone a la voluntad de Dios, alejándonos de esta manera del propósito para la cual fuimos creados: para hacer Su voluntad. Al actuar desobedientemente, nos desprendemos de aquella preciosa comunión íntima con Dios y perdemos de vista aquella gloriosa imagen y semejanza que llevamos en nosotros y la comunión con El que desea que disfrutemos. La desobediencia nos sumerge en un camino de autoafirmación egoísta, donde nuestros propios deseos y ambiciones toman el control. Nos constituimos en nuestros propios dioses “creados a nuestra propia voluntad”. Sin embargo, esta búsqueda de autoglorificación no puede satisfacernos plenamente ni proporcionarnos un propósito duradero por el propio diseño divino de llenar nuestra espiritualidad trascendente con la de Dios nuestro Creador. Muy por el contrario, la desobediencia produce separación de Dios y a ultimas, condenación. La búsqueda egocentrista de nuestros propios deseos sin someterlos a Dios solo produce vacío y frustración, ya que nuestras acciones y decisiones no están alineadas con el diseño perfecto y amoroso de nuestro Creador, Jesucristo. El problema se convierte en mórbido cuando todas las personas en todo el mundo buscan sus propias voluntades egoístas sin buscar el bien del prójimo haciéndonos daño los unos a los otros. Jesús nuestro Señor, lo explica claramente, “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios y las blasfemias” (Mateo 15:19). Afortunadamente, Dios, en su gracia, nos ofrece la oportunidad de retornar a Él a través del arrepentimiento de nuestros pecados y la fe vivencial en Cristo por el resto de nuestras vidas. Al someter nuestra voluntad a Su voluntad buscando Su gloria en todas las áreas de nuestras vidas, encontraremos restauración, un propósito renovado y la dicha de vivir en íntima comunión con nuestro amoroso Creador. Dios nos llama a escogerlo a Él, que escojamos la vida, “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19)

SEGUNDO: Dios es justo. Experimentamos tanto las consecuencias de nuestras propias acciones como la santa justicia de Dios en su debido tiempo.

En el punto anterior afirmé que debemos someter nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Cuando no sometemos nuestra voluntad a Su voluntad entonces nos exponemos al resultado natural de nuestras propias malas acciones. Por un lado, habitar obedientemente en la voluntad de Dios nos garantiza comunión con El y nos protege de nuestras propias malas decisiones. Por otro lado, pese a que Dios es amoroso y paciente, él también es justo y tiene que ejercer justicia, y luego de un tiempo de paciencia divina y oportunidades apuntando a que nos arrepintamos, Dios va a ejercer juicio a su tiempo.

Por un lado, cuando sembramos desobedientemente, vamos a cosechar los frutos desobedientes de nuestras acciones. El Apóstol Pablo escribiéndoles a los creyentes de la iglesia en Galacia les aconseja lo siguiente, “Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:8).  Este es un principio espiritual que nos exhorta ser obedientes a Dios. Nuevamente, sometamos nuestra voluntad y toma diaria de decisiones a la voluntad del Señor. Si todos los creyentes sujetáramos nuestra voluntad de una manera real y fácticamente a la voluntad de Dios, nuestras iglesias, familias y entornos de vida serian totalmente diferentes y todos juntos disfrutaríamos de las bendiciones de Dios.                                                  

Por otro lado, cuando uno insiste obstinadamente en desobedecer a Dios de manera sistemática no solo cosecháremos el fruto de nuestros propios pecados egoístas, sino que nuestros propios seres queridos más cercanos van a caer víctimas inocentes de nuestras decisiones. Y a su tiempo, Dios va a tener que ejercer justicia. Pablo, nuevamente, es enfático con los cristianos en Galacia (los gálatas), y les escribe lo siguiente, “No os dejéis engañar; Dios no puede ser burlado. Pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará." (Gálatas 6:7). Este versículo resalta la justicia de Dios y las consecuencias de no obedecerle. Nos advierte que no podemos engañar o burlar a Dios, ya que Él conoce todas nuestras acciones y motivos. Todo lo que sembremos, tanto en términos de nuestras acciones como de nuestras actitudes, tendrá consecuencias, tanto buenas cuando somos obedientes a Dios, como malas consecuencias si vivimos vidas desobedientes a Dios. Si sembramos desobediencia y pecado, también cosecharemos las consecuencias negativas de nuestras decisiones. La justicia de Dios asegura que cada uno recibirá según sus obras. Gálatas 6:7 nos llama a reflexionar sobre nuestras elecciones y a considerar las implicaciones de no obedecer a Dios, recordándonos que nuestras acciones tienen consecuencias y que es esencial buscar vivir en obediencia a Él.

TERCERO: Dios permite el sufrimiento y la pruebas para que meditemos en nuestras limitaciones y pequeñez, para que de esta manera Él pueda mostrarnos Su amor y misericordia.

Dios puede permitir el sufrimiento como una forma de prueba y crecimiento para fortalecer nuestra fe y desarrollar nuestro carácter cada vez más y más a la imagen de Cristo. A través del sufrimiento, podemos aprender lecciones valiosas, poner en práctica la paciencia, la compasión y confiar en Dios en medio de las dificultades. Las pruebas son, sin lugar a dudas, una oportunidad para ejercitar nuestras disciplinas espirituales y crecer en el conocimiento y dependencia de Cristo.

La Biblia nos presenta ejemplos de personas que experimentaron pruebas y sufrimientos y cómo estas circunstancias adversas los llevaron a crecer espiritualmente y desarrollar una mayor cercanía con Dios.

Un ejemplo destacado lo encontramos en la historia de Job quien atravesó pruebas extremas, perdiendo sus riquezas, su salud y su familia. Job lo perdió todo! Sin embargo, Job, en medio de su sufrimiento e incluso momentos de gran desanimo, se mantuvo firme en su fe y confianza en Dios. Al final de su prueba, Job experimentó una renovación y una mayor comprensión de la grandeza y el poder de Dios. La historia de Job nos enseña que, incluso en medio del sufrimiento, en el caso de Job aparentemente inexplicable, Dios puede estar trabajando en nuestras vidas para fortalecernos y profundizar nuestra relación con Él.

Santiago, el hermano del Señor, nos anima a considerar las pruebas como una oportunidad para el crecimiento espiritual, miren lo que escribe, "Hermanos míos, consideren como un gran gozo el que se encuentren con diversas pruebas, porque ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y permitan que la constancia lleve a su término la obra que Dios quiere realizar en ustedes, para que sean perfectos y cabales, sin que les falte nada"(Santiago 1:2-4). Aquí Santiago, nos insta a ver las pruebas como una ocasión para desarrollar la paciencia y la madurez de nuestra fe, así como confiar en que Dios está obrando en nosotros a través de ellas.

CUARTO: Dios permite el sufrimiento para que al final de la prueba, El, y solo El, reciba toda la gloria.

Aunque esto pueda parecer contradictorio, la Biblia nos muestra que Dios puede usar incluso las situaciones más difíciles para mostrar su poder, gracia y misericordia, y para llevar a cabo sus propósitos eternos. Después de todo, Dios tiene el absolute derecho incuestionable a hacer como a El le agrade.

Un ejemplo bíblico notable es el relato de la ceguera de un hombre desde su nacimiento, que se encuentra en Juan 9. Los discípulos de Jesús le preguntaron si el hombre nació ciego debido a su propio pecado o el de sus padres. Jesús respondió diciendo que no era ni por el pecado del hombre ni de sus padres, sino para que las obras de Dios se manifestaran en él. Jesús luego sanó al hombre ciego, lo que resultó en un poderoso testimonio de la obra de Dios y su gloria. Esta historia nos enseña que incluso las situaciones de sufrimiento pueden ser oportunidades para que Dios manifieste su gloria y realice sus propósitos redentores.

Otro ejemplo se encuentra en la vida de José, quien fue vendido como esclavo por sus propios hermanos y luego fue encarcelado injustamente. Sin embargo, al final, José pudo ver cómo Dios había usado su sufrimiento para llevar a cabo un plan más grande. José pudo perdonar a sus hermanos y reconocer que Dios había permitido todo el sufrimiento para salvar vidas y cumplir sus propósitos divinos (Génesis 50:20). La historia de José muestra que Dios puede usar incluso las circunstancias más dolorosas para lograr su voluntad y revelar su gloria.

Finalmente, Romanos 8:18 nos dice: "Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada". Este versículo nos recuerda que el sufrimiento que experimentamos en esta vida es temporal y pálido en comparación con la gloria venidera. Nuestro sufrimiento terrenal puede servir como un contraste para mostrar la gloria y la bondad de Dios cuando experimentemos su redención y restauración completas en el futuro.

En conclusión, cuando nos enfrentamos a la realidad del sufrimiento en la Tierra, es importante recordar que fuimos creados para obedecer a Dios y vivir para su gloria. Aunque a veces pueda resultar difícil entender por qué Dios permite el sufrimiento, la Biblia nos proporciona una base sólida para comprender que hay propósitos más grandes que nosotros mismos. El sufrimiento puede servir como una prueba y una oportunidad de crecimiento espiritual, permitiéndonos desarrollar una fe más profunda y una mayor dependencia de Dios. Además, el sufrimiento puede ser un medio por el cual Dios manifiesta su gloria y cumple sus propósitos eternos. Aunque no siempre comprendamos plenamente las razones detrás del sufrimiento, podemos confiar en que Dios está obrando en medio de él y que su plan y su voluntad son perfectos. Al mantener nuestra mirada en Dios y buscar vivir en obediencia a su voluntad, podemos encontrar consuelo, esperanza y fortaleza para atravesar los desafíos y dificultades de la vida, confiando en que él está obrando todas las cosas para nuestro bien y para su gloria.

Espero que este articulo haya sido de bendición para su vida.

Dr. Julio C. Salas

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