"Si declaras abiertamente que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo." Romanos 10:9

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El Plan de Salvación: El Evangelio de Jesucristo

¿Cómo experimentar una reconciliación plena con Dios y una vida renovada mediante el arrepentimiento sincero y el perdón de todos los pecados, a través de una fe genuina y vivencial en Jesucristo, que transforma el corazón, despierta el anhelo por la santidad y asegura el gozo de la vida eterna?

Introducción

¿Estás buscando la verdad sobre Dios y la salvación? Vivimos en un mundo cuya mente, corazón y estilo de vida vive de lleno apartado de la absoluta y legítima soberanía de Dios sobre todas las cosas. Es tanto así, de que este mundo, el cual, entregado por completo a los placeres de sus propios deseos y pecados, ha optado por alejarse de su Creador, construyendo y viviendo a lo largo de su historia lo que llamo "realidades paralelas" cuyos estilos de vida están totalmente aislados de la soberanía de Dios. Estas "realidades paralelas" de auto abandono espiritual, que viven de espaldas a Dios, y cuya actitud es tanto una afrenta como un acto de rebelión al Creador, están entregadas de lleno a toda forma de prácticas desafiantemente desobedientes a Dios. Este cáncer espiritual generalizado, llamado pecado, ha invadido y causado destrucción en todas las áreas de la vida humana, incluyendo las mentes y los corazones de las personas, desde los más jóvenes hasta los más adultos. Este mal generalizado incluso ha alcanzado tanto a nuestras instituciones fundacionales como la familia, las relaciones sociales y los valores básicos que hacen posible que sobrevivamos como civilización humana, como a nuestras instituciones de liderazgo civiles como los centros educacionales, de labores, empresas, e incluso a nuestras autoridades en el gobierno en todos los niveles.

Y como consecuencia de nuestra desviación, alejamiento continuo, desobediencia progresiva y rebelión sistemática de la autoridad soberana de Dios Creador, el resultado de nuestro propio desvío y pecado ha traído sobre nosotros mismos todo tipo de males y angustias (a los cuales, increíblemente, nos hemos ido acostumbrando y adaptado como si fueran normales y esto creado las mencionadas “realidades paralelas” alejadas de Dios), así como una profunda confusión existencial que corre a toda velocidad frenéticamente sin ningún sentido ni dirección alguna y que está dirigiéndose a chocar contra el muro inmovible de la realidad de la soberanía Dios y su justo juicio. En efecto, vivimos en un mundo lleno de preguntas y hambriento por respuestas. Pero ninguna pregunta más importante que esta: A la luz de haber leído y haber tenido conocimiento de vuestra situación ante nuestro Creador, ¿Cómo puede una persona obtener y vivir en plena paz con Dios? La respuesta no se encuentra en nuestras propias opiniones personales o en alguna nueva idea que imponga la cultura, sino en lo que Dios mismo ha revelado en Su Palabra, la Biblia, las Sagradas Escrituras. Es únicamente Dios quien tiene el derecho de establecer los estándares de vida y existencia sobre toda su Creación. Los seres humanos no tienen el más mínimo derecho de alterar los estándares de vida establecidos por Dios. Todos nuestros estilos y estándares de vida y fe deben estar alineados a los estándares establecidos por Dios.

Querido lector y oyente, si usted ha llegado hasta aquí, es porque Dios ha puesto en su corazón el deseo de conocer la verdad, la verdad de Dios. ¡Pero guarde cuidado! El mensaje del Evangelio (o el Buen Mensaje) una vez oído y comprendido se constituye en una gran responsabilidad para quien lo recibe debido al peso de la autoridad de la persona de quien se origina el mensaje, Dios mismo. El escuchar el mensaje del Evangelio es, por consecuencia, tanto una bendición como en un juicio para quien se le es presentado. Repito, una bendición para quien lo recibe y abraza, como un juicio para quien lo ignora, rechaza, o resiste. Recibir y abrazar el mensaje del Evangelio es recibir a Dios, con todas las bendiciones y promesas que El generosamente promete. Sin embargo, rechazar o ignorar el mensaje del Evangelio es el equivalente a rechazar o ignorar a Dios mismo, con todos los juicios que esto amerita. 

El evangelio no es una mera serie de reglas o consejos morales, sino por el contrario, es la buena noticia o el buen mensaje de lo que Dios ha hecho a través de Cristo para salvar a pecadores. ¿Y porque el ser humano necesitaría de una buena noticia (el mensaje de Dios, el Evangelio) sin que antes existiera una mala noticia? (es decir, el justo juicio y castigo de Dios). No importa cuál haya sido su pasado. Si creía que usted era muy piadoso, o sumamente pecador, ambos están igualmente bajo el juicio de Dios. Dios les ofrece hoy a ambos el perdón de los pecados, la vida eterna y una nueva relación con Él en santidad a través de la fe en su hijo Jesucristo. En Cristo, Dios ya no ve nuestra humanidad pecaminosa, sino que ve Su perfección y méritos aplicados a quienes creen en Cristo de manera vivencial. Este nuevo nacimiento, producido por el Espíritu Santo, produce en esta nueva criatura espiritual deseos renovados de vivir en santidad para Dios.

Le invito con todo mi aprecio a ponderar las razones expuestas a continuación. Estas palabras, extraídas de las Escrituras, buscan exponer las propias palabras textuales de Dios y de nuestro Señor Jesucristo, así como el mensaje dado por Dios mismo a través de sus santos Profetas y Apóstoles, inspirados por el Santísimo Espíritu Santo, para comunicar su Palabra (La Biblia, las Escrituras). Yo llamo a estos hombres el "Sumo Magisterio", el cual refleja la mismísima Palabra de Dios que el creyente genuino va a buscar diariamente como agua en el desierto. En la mismísima Palabra de Dios tenemos la seguridad del mensaje inalterado de Dios para la humanidad.

Es por esta razón que le invito a leer las siguientes líneas con un corazón sincero y abierto, permitiendo con toda humildad que Dios hable a vuestro corazón y alma a través de Su propia Palabra. No ceda ante el cansancio de la lectura o incluso a las dudas, créale a Dios.

Quiero concluir esta introducción afirmando confiadamente de que este deseo sincero y hambre espiritual que posiblemente esté experimentando, está siendo producido por Dios el Espíritu Santo mismo. Es con el tiempo, y a través de vuestro fiel testimonio de desear vivir perseverantemente una vida santa de fe para Cristo y dentro del seno de una iglesia local, cosa que no ocurría antes, que va a constituirse en la prueba viva de que usted es una nueva criatura y le pertenece a Cristo.

En el amor de Cristo,

Dr. Julio C. Salas

Primero: Dios es el Creador y Gobernante Soberano del Universo

Para poder comprender nuestra situación universal y la realidad de nuestro predicamento existencial, primero es necesario poner ciertos asuntos en orden para poder situarnos correctamente en el todo de la creación universal de Dios, como seres humanos, seres creados y la inmensa responsabilidad al haber sido habilitados con capacidades complejas que reflejan su imagen y semejanza, que nos hacen inexcusablemente responsables al momento de rendir cuentas. Dios es el Creador, nosotros criaturas. Dios es el gobernante universal supremo, nosotros somos criaturas que le debemos obediencia absoluta. Lo más importante para Dios, no somos nosotros, sino Dios mismo, es decir, Sí mismo. Habiendo dicho esto, y esperando yo, que, situados correctamente dentro del todo de la creación universal de Dios, podamos de esta manera comprender mejor el mensaje del Evangelio de Cristo, habiéndonos primero despojado por completo de cualquier tipo de reclamo a algún derecho, o buscar sentirnos dignos de algún favor de Dios.

Los seres humanos, creyentes y no creyentes, estamos siempre y en todo momento desnudos ante los ojos de Dios, así no nos demos cuenta de tal realidad espiritual. Y de la misma manera en que Adán y Eva tuvieron que ser desnudados de las inservibles hojas de higuera que cubrían la culpable y vergonzosa desnudez de ambos, el ser humano pecador al venir a los pies de Cristo, por obra del Espíritu Santo, debe primero ser despojado y desnudado por Dios de todo tipo de vestidura de dignidad y reclamo de derechos o autojustificación. Usted no posee ningún derecho o es merecedor del más mínimo favor o misericordia de Dios. Usted está permanentemente desnudo, sucio y culpable ante la presencia de Dios en todo momento.

He aquí la historia de los seres humanos. En el principio, Dios creó los cielos y la tierra. Y como Creador, Él es el dueño y soberano universal de todo lo que existe. Dios tiene el derecho absoluto de gobernar el universo como le place y establecer sus mandamientos sobre todo lo creado.

Dios existe para su propia gloria y por ende nada es más importante para Dios que Si mismo. Si no fuera así, Dios no fuera un Dios perfecto. Todo circula alrededor de dar gloria a Dios. El propósito supremo de la creación es la gloria de Dios. El ser humano no existe para sí mismo, sino para glorificar a Dios Creador y disfrutar de Él en obediencia y sujeción eterna. Todo lo que existe debe existir para la gloria de Dios. Si para Dios lo más importante en el universo es él mismo, con más razón, para los seres humanos, lo más importante debe ser dar gloria a Dios nuestro creador con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas.

Todo lo que existe en la Tierra y el Universo, tanto seres humanos como animales, pertenecen al inventario creacional de Dios. Los seres humanos ontológicamente (dentro de nuestra propia naturaleza existencial temporal), no posemos absolutamente nada ya que no somos creadores ni tenemos siquiera la capacidad de conservar lo que pensamos que poseemos, incluidos nuestro propio cuerpo o creídas pertenencias personales. El concepto de pertenencia absoluta pertenece única y exclusivamente a Dios. El ser humano es únicamente un administrador temporal de las dadivas otorgadas por Dios durante su vida terrenal temporal. Por ende, todos los seres humanos le deben obediencia y reverencia absoluta a Dios porque Dios es el Señor, amo y propietario de todo en el universo, incluidos los seres humanos del pasado, del presente, y del futuro. Fíjese lo que dice la Biblia:

  • Primeramente, Dios nos revela en Su Palabra, en el libro de Genesis: "En el principio, Dios creó los cielos y la tierra." (Génesis 1:1). Dios es el creador del concepto de tiempo, materia y espacio.
  • Por su parte, el Rey David, en su comprensión de Dios, escribe, "La tierra y todo lo que hay en ella le pertenecen al Señor; el mundo y todos sus habitantes le pertenecen a él." (Salmo 24:1)
  • Y el Apóstol Pablo, escribiendo a los creyentes de la iglesia de la ciudad de Roma, les dice: "Pues todas las cosas provienen de él, y existen por su poder y son para su gloria. ¡A él sea toda la gloria por siempre! Amén." (Romanos 11:36)

Segundo: Dios Hizo un Pacto con Adán como Nuestro Representante

Dios no hace pactos (tratos, convenios, acuerdos) de manera individual con cada uno de los millones de personas de la humanidad como individuos aislados, sino a través de pactos establecidos con hombres representantes escogidos y designados por Él mismo. La humanidad no está de alguna forma en la más mínima condición de proponer algún pacto a Dios. Todos los pactos fueron originados por Dios, ninguno por la raza humana. A lo largo de la historia de la humanidad, en las Escrituras, Dios solo ha ofrecido los siguientes pactos: Pacto Adánico (con Adán), el pacto con Noé (Pacto Noético), Pacto Abrahámico (Abraham), Pacto Mosaico (Moisés), Pacto Davídico (David), el Nuevo Pacto (Jesucristo). No existe otro pacto después de Cristo. Cada pacto tiene un propósito específico ordenado por Dios y no desvirtúa uno sobre el otro.

En el principio, Dios creó primero a Adán y luego a Eva, y les dio Su pacto para que ellos lo obedecieran y enseñaran a sus futuras generaciones, es decir a los hijos e hijas que estos produjeran, y así sucesivamente. Adán, como el primer hombre creado, debía enseñar el pacto a su esposa Eva, y ambos a su vez enseñar a sus hijos, y estos a las futuras generaciones, a vivir en obediencia a Dios. En este tiempo en la historia, el pacto y la orden dada por Dios era simple y directa: gobernar sobre la creación, reproducirse (tener hijos), alimentarse de todo árbol provisto, con la excepción del árbol del conocimiento del bien y del mal en el medio del huerto. El comer del fruto del árbol prohibido produciría muerte y condenación.

Adán no solo fue el primer ser humano creado, sino que, al recibir el pacto de Dios para la humanidad, también se constituyó en el representante de todos los seres humanos y a quien Dios entrega órdenes e indicaciones específicas. Dios no hace pactos individuales con cada ser humano por separado, sino a través de un representante escogido por Dios mismo. De la misma forma que las decisiones de los padres afectan a los hijos, si Adán obedecía, su descendencia disfrutaría de una feliz relación con Dios, y la vida eterna por medio del árbol de la vida, y de todas las bendiciones de Dios; pero si desobedecía, toda su descendencia sufriría las consecuencias de dicha desobediencia.

  • En el libro de Genesis leemos la tarea especifica de Adán, así como la orden que Dios le da. Lean lo que dice, "Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara.  16 Dios el Señor le ordenó al hombre: «Puedes comer de todos los árboles del jardín,  17 pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, sin duda morirás" (Genesis 2:;15-17)
  • El Apóstol Pablo, escribiendo a los creyentes de la iglesia de la ciudad de Roma, les explica:  "Cuando Adán pecó, el pecado entró en el mundo. El pecado de Adán introdujo la muerte, de modo que la muerte se extendió a todos, porque todos pecaron." (Romanos 5:12)

Tercero: Adán Desobedeció a Dios y Cayó con El Toda la Raza Humana

Adán, siendo nuestro representante, al desobedecer trajo el pecado y la muerte al mundo sobre todos nosotros, es decir sobre todos los seres humanos. Su pecado enemistó a la raza humana con Dios y trajo condenación. El pecado de Adán también infectó a la raza humana con la naturaleza pecaminosa. Los seres humanos no solo nacemos con la naturaleza pecaminosa producto del fracaso de Adán, sino que, al ser infectados por el pecado, cada ser humano peca inexcusablemente contra Dios. Como nuestro representante, Adán, al fracasar nos afectó a todos: espiritualmente, cognitivamente, y físicamente. Por ende:

  • Todos nacemos con una naturaleza pecaminosa inclinada a la desobediencia a Dios y a la autosatisfacción en placeres personales. Todo acto que pone a Dios en segundo plano es por definición pecaminoso.
  • La humanidad está separada de Dios y sujeta a condenación.
  • Nadie puede salvarse por sus propios méritos. Una vez que el representante (Adán) peca y cae, no existe otro reemplazo humanamente posible.
  • Una vez caído Adán, el vínculo relacional con Dios quedo roto sin la más mínima esperanza a reconciliación ya que la dignidad de Dios fue afrentada por la desobediencia. Tampoco existía otro reemplazo para Adán. Solo Dios podía proveer aquel reemplazo.

  • Si los seres humanos tuvieran alguna oportunidad de reconciliación, no pudiera provenir de ningún otro ser humano, ya que todos somos pecadores indignos. Sin embargo, el representante ante Dios, tenía que ser un ser humano que nos represente. Toda posibilidad de reconciliación únicamente podía provenir de Dios mismo.

  • Con Adán caído, así como Eva, la raza humana no tenía en sí mismos ni la más mínima esperanza de reconciliación con Dios.

El Apóstol Pablo, escribiendo a los creyentes de la iglesia de la ciudad de Roma, dice: "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios". Romanos 3:23 ; y luego, "Pues la paga que deja el pecado es la muerte." (Romanos 6:23)

Cuarto: Dios es un Dios Amoroso, pero también es un Dios Santo y Justo (La Santidad de Dios)

Ciertamente, Dios es un Dios amoroso. Esta realidad es claramente visible incluso si no hubiéramos recibido alguna revelación divina de Dios por medio de las Escrituras. Dios se revela amorosamente a través de la naturaleza en todo momento. Cuando el ser humano se toma el tiempo de observar y contemplar la belleza y la perfección del orden creacional, como por ejemplo la hermosura y el detalle de la naturaleza en el reino animal, vegetal y mineral, la perfección en todos los sistemas de funcionamiento del planeta a niveles micro y macro, la perfección e inmensidad de los sistemas del espacio, planetas y galaxias, los ciclos de las estaciones del año (primavera, verano, otoño e invierno), en el equilibrio preciso de los ecosistemas y en la capacidad del ser humano para experimentar y expresar amor, gozo y compasión (incluso cuando estos sentimientos han sido afectados por el pecado), el amor de Dios se refleja en la provisión constante que sostiene la vida. Todos estos detalles, y muchos más, exclaman a viva voz el amor de Dios por la raza humana.

Sin embargo, el amor de Dios no debe ser comprendido comparándosele bajo los términos o estándares limitados del amor humano imperfecto, afectado y plagado por el pecado y alejado de la realidad de la soberanía de Dios. El amor de Dios es completo, soberano y perfecto. El amor humano es incompleto, parcializado e imperfecto. Dios es absolutamente santo y justo. Su justicia demanda que el pecado sea castigado, porque Él no puede ignorar la desobediencia ni el mal ni pasar por alto la rebelión de Su creación.

  • El profeta Isaías escribe: "¡Santo, santo, santo es el Señor de los Ejércitos Celestiales! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!" (Isaías 6:3)
  • "La justicia y el derecho son los cimientos de tu trono. El amor inagotable y la verdad caminan delante de ti como heraldos (Salmo 89:14)

Quinto: Jesucristo, El Segundo Adán, Nuestro Único Salvador (La Justificación por la Fe) y Nuestro Representante ante Dios

Así como el primer Adán trajo condenación, Dios envió a un segundo Adán, Jesucristo, para ser el nuevo representante de Sus redimidos. La palabra Cristo significa “el ungido", "el elegido”. Es decir, Jesucristo es el ungido o el elegido por Dios para representarnos en el Nuevo Pacto. 

Jesucristo, en su humanidad, durante su ministerio terrenal satisfizo todos los requerimientos de Dios para el cumplimiento de este Nuevo Pacto. Por un lado, Jesús posee la mismísima y altísima dignidad de la naturaleza divina, Dios el Hijo, para poder mediar la reconciliación entre nosotros y Dios el Padre. Y, por otro lado, Jesús posee la misma naturaleza humana que nosotros, pero sin pecado, para poder representarnos como raza humana, como lo hubiera hecho originalmente Adán, pero sin mancha ante Dios. Cristo vivió una vida perfecta y sin pecado, cumpliendo de esta manera la ley que Adán quebrantó y cumpliendo incluso el pacto de la ley de Moisés que demandaba o la perfección absoluta o la muerte. Jesucristo murió en la cruz en lugar de los pecadores, llevando sobre sí el castigo del pecado y resucitó, venciendo la muerte, la cual entró en la humanidad por la desobediencia de Adán. En la obra y la persona de Jesucristo quedaron legalmente satisfechos todos los requerimientos de Dios, del justo y merecido castigo que se nos imputaba por haber insultado la dignidad y santidad de Dios nuestro Creador, por todos nuestros pecados cometidos. Adán al pecar perdió su santidad y por ende su capacidad y perfección, y en consecuencia su capacidad de presentarse ante Dios limpio y sin mancha representando a la humanidad. Al rebelarse Adán, este fue destituido perdiendo su capacidad de acercarse a Dios y de representar a la humanidad o a si quiera a sí mismo. Luego de su pecado, Adán únicamente nos podía representar para muerte, condenación y destrucción eterna y sin mediador alguno ya que el mismo estaba sujeto a condenación. Sin embargo, en Cristo, aquellos que creen en Su nombre, seremos vivificados.

Cristo, como Hijo de Dios, Dios en la carne, es el único que puede satisfacer las demandas de Dios. Jesucristo, Dios hecho hombre, tiene la misma dignidad ontológica (de ser y naturaleza) de Dios para poder mediar la paz y reconciliación con Dios, y la misma naturaleza humana (Hijo del Hombre) que nosotros para poder representarnos como seres humanos ante Dios. Jesucristo, en sus dos naturalezas (divina y humana) cumple con todos los requisitos para reconciliarnos efectivamente con Dios y ser el mediador entre Dios y los que creen en Su nombre.

  • "Pues Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo." (2 Corintios 5:21)
  • En 1 Corintios 15:21-22 Pablo escribe: “Porque ya que la muerte entró por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”.
  • • El Apóstol Juan escribe: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12)

Sexto: El Ser Humano No Puede Venir a Dios Por Sí Mismo (La Total Inhabilidad del Hombre)

El ser humano no regenerado por Dios (pecador y muerto en sus delitos y pecados) es totalmente incapaz de acercarse a Dios a menos que Dios el Espíritu Santo haga esto posible. La barrera del pecado e insensibilidad espiritual (muerte espiritual) impide al pecador acercarse a Dios.

En cuanto a los creyentes que piensan que "escogieron a Dios", no ponemos en duda su sincero y honesto corazón, sin embargo, lo cierto es que aun cuando estos creyentes hubieron pensado de que "tomaron una decisión por Cristo", en realidad no se dieron dé cuenta de que detrás de dicha "decisión" estuvo el Espíritu Santo obrando en sus corazones, y por ende, toda la gloria es para Dios.

El libre albedrío que Adán y Eva disfrutaron antes de la caída no era un albedrío absoluto, sino la capacidad de obedecer o desobedecer dentro de los límites establecidos por Dios en la Creación. Sin embargo, al pecar, su voluntad quedó esclavizada al pecado, corrompiendo no solo su naturaleza, sino también la de toda su descendencia. Desde entonces, los seres humanos ya no poseen un libre albedrío moral en el sentido puro y original, sino una voluntad inclinada de manera natural hacia el mal, incapaz de buscar a Dios por sí misma (Romanos 3:10-12).

Lo que hoy se llama “libre albedrío” es, en realidad, una voluntad esclavizada por la naturaleza pecaminosa, que solo puede tomar decisiones dentro de los límites de su corrupción. Aunque los hombres siguen siendo responsables de sus actos, su inclinación natural es rechazar a Dios y buscar su propio deleite a expensas de Su gloria y del bienestar de otros, quienes también llevan la imagen de Dios.

En contraste, el libre albedrío puro que Adán y Eva poseían antes de la caída les permitía obedecer a Dios sin la corrupción del pecado, aunque aún estaban sujetos a Su soberanía y a los límites que Él estableció. Tras la caída, solo la gracia soberana de Dios en Cristo puede liberar al pecador de su esclavitud, transformando su corazón para que pueda responder con fe y obediencia a Su llamado (Efesios 2:1-5).

Si el ser humano tuviera alguna "soberanía" en su supuesta decisión de “escoger a Dios” entonces este pudiera tener el derecho de "afirmar" de ser poseedor del “medio merito” de haber "escogido" a Dios, por ende, ya no sería toda la gloria a Dios, sino que esta se constituiría en una suerte de “gloria compartida” entre el hombre que "soberanamente" “escogió” a Dios, y Dios quien “recompensa” a quien se salvó a si mismo por haberle "escogido". Sin embargo, no es así, la salvación y la santificación de cada ser humano regenerado es gestionada de comienzo a fin por Dios. Es Dios quien recibe todo el honor y gloria tanto durante el proceso de salvación del pecador como mediante el proceso de santificación de esta nueva criatura nacida de nuevo. Y valgan verdades, es, en efecto, en cierto sentido, en apariencia, es el ser humano quien “toma la decisión de venir a Dios”, sin darse cuenta de que en realidad dicho deseo fue producido irresistiblemente por Dios el Espíritu Santo. Es así y únicamente así que toda y absolutamente toda la gloria es de Dios, no del ser humano. La gloria de Dios no es compartida.

Es Dios quien toma la iniciativa en la salvación, no el hombre. Toda la gloria es para Dios.

  • El siguiente versículo reproduce las palabras textuales de Dios afirmando de que el hombre es malo desde su juventud, "...y dijo el Señor para sí: Nunca más volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque la intención del corazón del hombre es mala desde su juventud; nunca más volveré a destruir todo ser viviente como lo he hecho" (Genesis 8:21)

  • Jesus textualmente afirma que nadie puede venir a Dios a menos que Dios lo traiga, "Pues nadie puede venir a mí, a menos que el Padre que me envió lo traiga a mí." (Juan 6:44)

  • El Apóstol Pablo, en su comprensión de las Escrituras y llamado apostólico enseña que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Esta comparación hace alusión a la insensibilidad absoluta de un muerto que no puede ver, ni escuchar, ni moverse, ni tomar decisiones, no siente, no tiene vida. Muertos espirituales por completo a menos que Dios mismo nos resucite espiritualmente, "Antes ustedes estaban muertos a causa de su desobediencia y sus muchos pecados." (Efesios 2:1)

  • Nuevamente, Jesús afirma de que Él fue quien nos eligió, "Ustedes no me eligieron a mí. Yo los elegí a ustedes." (Juan 15:16)

  • El Apóstol Pablo escribiendo a la iglesia en Roma, dice, “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” (Romanos 3:10-12)
  • Dios, textualmente afirma, "Yo soy el Señor; ¡éste es mi nombre! No entregaré a otro mi gloria ni mi alabanza a ídolos." (Isaías 42:8)
  • Nuevamente Dios afirmando, "Yo soy el Señor; ¡éste es mi nombre! No entregaré a otro mi gloria ni mi alabanza a ídolos." (Isaías 48:11)
  • El Apóstol Pablo, escribiendo a la iglesia en Éfeso, dice, "Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte." Efesios 2:8-9

Séptimo: El llamado al Arrepentimiento y la Fe (El Absoluto Señorío de Cristo)

Dios ordena a todos los hombres a que se arrepientan incondicionalmente y crean en Cristo. El arrepentimiento es un don de Dios en que es Dios el Espíritu Santo quien habilita resucitando espiritualmente al pecador para que este pueda tener la capacidad espiritual de arrepentimiento genuino, verdadero y acepto ante los ojos de Dios. El mero arrepentimiento humano en sí mismo, sin la aceptación de Dios de este, no tiene valor alguno. Por ejemplo, Adán y Eva, luego de haber desobedecido a Dios e inmediatamente al verse desnudos y sintiendo el horroroso remordimiento y peso de la conciencia de su culpabilidad sabiéndose justamente dignos de muerte (ya que Dios les dijo, “si comieres de este fruto, de cierto moriréis”), es más que seguro que hubieran deseado a gritos desesperados y angustiosos retroceder el tiempo mientras rompían en horror y llanto al escuchar a Dios ejerciendo juicio sobre ellos y sobre la serpiente. Debió ser un momento horrífico presenciar esta escena. Sin embargo, tristemente el arrepentimiento de estos, en aquel momento fue totalmente inútil. Incluso su intento de cubrirse con hojas fue totalmente ineficaz. Solo Dios en su misericordia fue quien proveyó de las pieles de animales para cubrirlos. Fue Dios mismo quien tuvo que proveer el sustituto (el sacrificio de estos animales) para la salvación de Adán y Eva de la muerte física. Ni Adán ni Eva estaban en la más mínima posición de arrepentirse ni salvarse a sí mismos. Aun con todo, Dios fue misericordioso con ellos. Aunque la relación con Dios quedó rota y juicios fueron ejercidos sobre ellos (Dios justo y soberano), aun con todo, Dios los salvó de la muerte física y les prometió redención y salvación futura (Dios amoroso y misericordioso).

El arrepentimiento genuino es concedido cuando el creyente ha sido habilitado para creer en el nombre de Cristo, en cuyo momento el Espíritu Santo convence de pecado al pecador. El arrepentimiento del pecador transformado ocurre como un completo don del Espíritu Santo. El arrepentimiento humano para que sea valido tiene que ser en la habilitación del Espíritu Santo de este hombre/mujer pecador renacido en Cristo.

  • Inclusive el arrepentimiento es un don de Dios. Sin la habilitación del Espíritu Santo, los seres humanos no tuvieran arrepentimiento genuino aceptable a Dios. "Que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, 26 y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él" 2 Timoteo 2:25-26
  • "Si declaras abiertamente que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo." (Romanos 10:9)
  • "Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente suyo..." (2 Chronicles 16:9)

Octavo: La Seguridad en la Salvación y la Evidencia de una Fe Genuina

Dios sostiene a aquellos que han sido redimidos en Cristo. La salvación y la santificación es una obra soberana de Dios, y aquellos que realmente han confiado en Cristo perseverarán en la fe, porque Dios los guarda.

Sin embargo, esta seguridad no es una licencia para pecar. El creyente genuino va a manifestar su salvación a través de su deseo de vivir en santidad para Dios, pese a sus posibles ocasionales pecados, ya que aún sigue viviendo en este cuerpo pecaminoso, llamado en la Biblia "el viejo hombre".

Lo que una persona no renacida antes amaba (el pecado), ahora le causa tristeza y vergüenza. En lugar de disfrutar del pecado como algo normal, el creyente genuino se sentirá miserable. Si aquel creyente hubiere pecado, buscará arrepentirse y volver a Dios, y continuará su caminar en obediencia, a pesar de sus imperfecciones.

El creyente genuino a lo largo de su vida cristiana (llamado teológicamente el proceso de la santificación, el cual culmina en la muerte), va a darse cuenta de lo sucio y pecaminoso que es, incluso después de haber sido salvado y redimido por Cristo. El estándar del creyente genuino es de mantenerse santo para honrar a Dios, y de buscar ser más y más como Cristo en su vida terrenal comprendiendo de que somos extranjeros y peregrinos sobre esta Tierra. El creyente va a darse cuenta de que incluso siendo salvo y creyente, el viejo hombre tiene a buscar la autocomplacencia de la carnalidad. Es allí en donde el creyente regenerado se va a dar cuenta que sin Cristo, jamás hubiera podido alcanzar la salvación por esfuerzos propios, ya que esto es imposible debido a nuestra naturaleza plagada de pecado.

  • "Entonces, ¿deberíamos seguir pecando porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? ¡Por supuesto que no!" (Romanos 6:15)
  • "Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad. Pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad." (1 Juan 1:8-9)
  • "Oh Dios, crea en mí un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí." (Salmo 51:10)

Noveno: ¿Cómo Responder?

  • Reconoce que Dios es el Creador soberano y que tiene el derecho de gobernar tu vida.
  • Admite que has eres un pecador y que no tienes esperanzas por tu propia cuenta, y que necesitas un salvador en Cristo.
  • Cree en Jesucristo como el único Salvador de tu vida.
  • Arrepiéntete de tus pecados genuinamente y confía en Él.
  • Vive para la gloria de Dios, sometiéndote a Su voluntad revelada en la Escritura. 

10. Mi compromiso de vida con Cristo

Si de alguna manera Dios ha utilizado este mensaje para darle conciencia de su situación inescapablemente pecaminosa ante Dios y siente que necesita tomar el paso de arrepentirse, seguir a Jesucristo y comprometerse con Dios, le invitamos a que lo haga en este momento en un momento de privacidad. Luego formalícelo dentro del contexto de una iglesia local con los pastores de aquella congregación eclesial.

También, le invitamos a que siga el formulario debajo. Este formulario es simplemente una facilitación para que usted pueda darle cierta formalidad personal e individual a su compromiso. Como mencionado arriba, le invitamos a congregarse en una iglesia local para los próximos pasos en su vida cristiana.

Su compromiso de vida con Cristo inicia hoy

Tomar la decisión de seguir a Cristo es el paso más importante de tu vida. No se trata solo de un momento emocional, sino de un verdadero compromiso con el Señor. Jesús nos llama a confiar en Él, a arrepentirnos de nuestros pecados y a vivir para Su gloria. Este formulario es una expresión de tu deseo de rendir tu vida a Cristo y dar el siguiente paso en tu caminar de fe, uniéndote a una iglesia donde puedas crecer espiritualmente, aprender más de Su Palabra y ser parte de la familia de Dios.

Le invitamos a llenar el siguiente formulario. El compromiso que usted va a hacer es únicamente entre usted y Dios por medio de su fe en Jesucristo nuestro Señor. Llene el formulario e imprima una copia para usted como testimonio de este momento.

Mientras el Señor le guía a una iglesia en su comunidad local, le invitamos a unirse a la Capilla de Oración todos los días jueves a las 9pm (hora local de Miami)

Mi compromiso de vida con mi Señor Jesucristo de ahora en adelante

Si hoy has entendido el evangelio y deseas seguir a Cristo, llena este formulario como un compromiso sincero de tu corazón. ¡Dios te ha llamado a una nueva vida en Él!

Importante: Este no es un “formulario de salvación” que si lo llena “eres salvo”. ¡No! Este formulario solo busca asistirle en darle un poco más de solemnidad a este paso importante en su vida y ayudarle a tomar acción mientras se une a una iglesia local.

Este es un compromiso personal y de conciencia entre usted y Dios.